
"Una de las peores bromas de la vida es que siempre nos entera de quiénes somos en las circunstancias en las que necesitaríamos ser quienes creíamos que éramos."
Marcelo Birmajer, Últimas historias de hombres casados
"Esta tarde, a Circeto de los altos hielos, grasienta como el pescado, y pintada como los diez meses de la noche roja (su corazón ámbar y spunk)". Arthur Rimbaud, "Devoción", Iluminaciones, traducción de Miguel Casado.
"Y le decía que entre esos requisitos debería incluirse el valor, el valor para fracasar, el valor para decir aquello que no puede decirse, sin importar la naturaleza del impedimento, el valor para decir aquello que nadie quiere decir, para decir aquello que nadie quiere oír –quien dice lo que los otros quieren oír, Mandrake, es la televisión–, el valor al que me refiero es el de Sade, que pasó 27 años de su vida en manicomios, Sade, que se mantiene vivo doscientos años no por su estilo, sino por su valor. En fin, valor para rechazar todos los premios, o mejor todavía, el valor para no querer merecer premios, y el peor de todos los premios es la consagración en vida."
"En realidad, ¿quién leerá lo que escribo en estos cuadernos? Y sin embargo, me parece que no hay nadie que escriba sin la idea de que alguien lo lea, aunque este posible lector no fuera más que el propio lector. Y al mismo tiempo me pregunto si es posible que alguien escriba sin representar un papel, sin salirse del personaje que es en realidad. Mi realidad no está en el papel que represento, sino en la inconsciente elección del papel que me atribuyo. A veces tengo la impresión de que surjo de lo que he escrito como una serpiente surge de su piel. Sí, ésta es la verdad: uno no puede expresarse a través de lo que escribe, sino que sólo puede extraerse la piel. Pero ¿a quién puede interesar ya esta piel muerta? La pregunta que se me ocurre siempre acerca de si el lector es capaz de leer jamás algo que no sea él mismo, se contesta así: escribir no es comunicación con los lectores ni comunicación consigo mismo, sino comunicación con lo inexpresable. Y cuanta más precisión se logra al expresarse, más cerca se llega de lo inexpresable, o sea de la verdad que oprime y mueve al escritor. El lenguaje nos ha sido dado para que podamos callarnos. Quien calla no es mudo. Quien calla ni siquiera sospecha lo que no es."
"¿A qué hombre se le ha permitido seguir su propio camino? ¿Quién no ha sido expulsado continuamente a un desierto en el que no encuentra nada de sí mismo, donde tiene que degradarse y secarse, convertirse en un tartamudo que grita pidiendo auxilio, alguien que se ahoga entre la sal, sin hojas y sin frutos, hundido y maldito."
"Lo que se inventa y se descubre en la madurez es casi siempre resultado de las intuiciones y de las aptitudes desarrolladas durante los juegos de infancia. Las gentes que llegan a obtener éxitos en el mundo han conseguido conservar vivo de una manera u otra, el sentido infantil del juego; pero para la mayor parte de nosotros ese sentido del juego sobrevive, si es que llega a hacerlo, dentro de un caparazón erizado de espinas."
"Pero señor mío, una novela es un espejo que se pasea por un largo camino. Ora refleja ante nuestros ojos el azul de los cielos, ora el fango de los charcos del camino. ¿Por qué acusar de inmoral al hombre que lleva el espejo en su mochila? ¡Su espejo muestra el fango, y acusáis al espejo! Acusad más bien al largo camino donde se encuentra el charco, o mejor aún al inspector de caminos que deja que se encharque el agua y se forme el fango."
"Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se representa a un ángel que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo que le tiene pasmado. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas. Y éste deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso."

"Acababa de intuir la teoría del miedo; aquella noche juró completarla, aceptó demostrar que cada uno es la sensación y el instante, que la continuidad aparente está vigilada por presiones, por rutinas, por inercias, por la debilidad y la cobardía que nos hacen indignos de la libertad. El hombre es disipación, postuló, y el miedo a la disipación."