"Al silencio le gustaba escuchar la música; oía hasta la última
resonancia y después se quedaba pensando en lo que había escuchado. Sus
opiniones tardaban. Pero cuando el sonido ya era de confianza,
intervenía en la música: pasaba entre los sonidos como un gato con su
gran cola negra y los dejaba llenos de intenciones".
Felisberto Hernández, "El balcón"