Poema al padre
De pronto
te imaginé
de niño en
aquella casa, habitaciones oscuras
y cálida
chimenea con el hombre enfrente
callado. Te
movías a través del grávido aire
con tu
corpórea belleza, un chico de siete años,
indefenso,
avispado, hubo cosas que el hombre
hizo cerca
de ti, era tu padre,
el molde
con el que fuiste creado. Abajo en el
sótano, los
barriles de dulces manzanas,
cogidas del
árbol en su momento álgido, se pudrieron
y
descompusieron y por delante de la puerta del
sótano el
arroyo corría y corría, y algo
no te fue
dado, o algo te fue
robado,
algo con lo que naciste, y hoy
incluso a
tus 30 y 40 años te llevas
la oleosa
medicina a tus labios
cada noche,
ponzoña para ayudarte
a caer
inconsciente. Siempre pensé que
la clave fue
lo que nos hiciste
de adulto
pero luego recordé a aquel niño
siendo
moldeado frente al fuego, los
diminutos
huesos de su alma
retorcidos
y fracturados, los pequeños
tendones
sujetando el corazón
partidos en
dos. Y lo que ellos te hicieron
tú no me lo
hiciste. Cuando ahora te amo,
me gusta
pensar que estoy dando mi amor
directamente
a ese chico de la habitación tórrida
como si ese
amor pudiera alcanzarlo a tiempo.